Este es un evento tan importante como el otro. Sigue viniendo la misma cantidad de gente. Y de bandas. Todos juntos (o por separado) son los argumentos que esgrimen los oficiales cuando valoran el campeonato del domingo en Manzaneda. Y ahí, cualquiera que haya estado este año y también hace dos o tres veranos, puede contestar: lo que hay aquí es que no hay mayor ciego que el que no quiere ver.
Manzaneda dejó de ser la capital de la gaita el mismo día en que la federación de bandas decidió (no solo los partidos políticos viven cismas) abandonar la estación de esquí y buscar otro lugar para su final anual. Da igual que haya quien no lo quiera ver y saque pecho inventándose un nuevo concurso (al estilo de los cabreados que fundan nuevos partidos). ¿Qué es una cita diferente que busca su hueco? Sí. ¿Qué es igual de importante? De momento, no. Lo demuestra que la banda del Concello anfitrión decidiese acudir al certamen de Vilalba. Aunque discutible por lo feo del gesto, el fondo está claro si uno se lo lleva al terreno del fútbol, vara de medir que parece tener la verdad suprema y que nadie discute. Pues es como si los dirigentes de la Masía organizan una liga propia (aprovechando que hay quien pone el dinero) en la que compiten (porque tienen el día libre) Real Madrid, Sevilla, Valencia... Pero el Barça no va porque ese día le toca disputar la final de la Champions.
Lo que habría que hacer es luchar para que el partido final se juegue en Manzaneda.
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