La extinción de los incendios no se termina con la desaparición de las llamas. La combustión del material acumulado en el suelo se prolonga durante al menos un año, provocando daños en el medio natural y convirtiéndose en un potencial foco de infecciones para las personas.
La consecuencia más inmediata es que en algún municipio del Macizo Central ourensano, como Manzaneda, ya hay restricciones en el consumo del agua potable. El alcalde, David Rodríguez, dictó un bando en el que por indicaciones de los técnicos se insta a hervir el agua antes de consumirla y también ordenó aumentar los niveles de cloración. Estas precauciones afectan tanto al agua que llega a las casas como a las numerosas fuentes repartidas por las aldeas del conjunto montañoso.
Los ríos y riachuelos que nacen en el Macizo, como el Mao, Dorelle, Bibei y el propio embalse de Chandrexa de Queixa también ven gravemente alterados sus ecosistemas. Según explicaron a ELMUNDO.es trabajadores de la Consellería de Medio Rural la situación es preocupante "porque el agua corre de color negro, ya que se produce un efecto arrastre del material quemado y va río abajo; de momento, no se ha tomado ninguna medida". Los propios funcionarios indican que "los peces y las truchas son las grandes víctimas y el paso siguiente son las personas".
Algunos vecinos de la zona de Chandrexa, A Teixeira y la propia Manzaneda hablan de que "nunca vieron el agua tan oscura" y establecen equiparaciones con el Prestige debido al color chocolate y a los efectos contaminantes sobre la flora y la fauna.
Esta situación preocupa a distintos colectivos ecologistas. El presidente de la Fundación Germán Estévez, Germán Vázquez, aseguró que deben realizarse análisis inmediatos para conocer cómo afecta a la fauna. Si bien, Vázquez reconoció que "la capacidad de regeneración de los ríos es alta" indicó que "conviene actuar de manera inmediata sembrando hierba, crece muy rápido, y echando paja para evitar las escorrentías y la continuación de la combustión".
Un pescador quemado
Una de las consecuencias de los incendios menos conocida, según uno de los agentes forestales consultados por este periódico, es la continuación de la combustión una vez apagadas las llamas. Precisamente víctima de esa prolongación, poco conocida y silenciada, según los agentes forestales, un pescador de Chandrexa de Queixa resultó quemado.
Hay que remontarse a la primavera de este año para encontrar el origen inmediato. Un rayo prendió sobre los arrastres, cenizas y restos de combustible que permanecían acumulados desde el incendio del verano de 2010 en el entorno del embalse.
El vecino, provisto de su material deportivo, se acercó a la zona para pescar. Aparentemente, todo estaba perfecto, el nivel del embalse había bajado y en las orillas todo estaba en calma hasta que notó que se había quemado los pies. Inmediatamente, se trasladó a un centro sanitario de Ourense, recibió asistencia médica y se le diagnosticaron quemaduras graves que se localizan desde la planta del pie al tobillo. El pescador, que desea permanecer en el anonimato, ha interpuesto una denuncia en la delegación de Medio Ambiente.
Este percance no es un suceso aislado, se repite con frecuencia en distintos puntos y a los funcionarios les consta que son varios los pescadores que han sufrido quemaduras. Los trabajadores aclaran que "aparte del hecho casual del rayo se producen también quemaduras debido a la propia descomposición química de los materiales". Los profesionales de Medio Rural insisten en que "estamos ante una de las consecuencias que se silencian de los incendios y es que después de apagados, aunque resulte paradójico, siguen ardiendo". Según los funcionarios, "lo que hay que hacer es acotar la zona de pesca y evitar que después de los incendios se produzcan arrastres hacia los ríos".
De momento, según las fuentes consultadas por este diario, sólo ha actuado el Ayuntamiento de Chandrexa, que ordenó de manera inmediata precintar la zona para no acceder a lugar donde tuvieron lugar los hechos pero no se ha practicado ninguna tarea de limpieza.
Quienes sí ya han comenzado a movilizarse son algunas asociaciones ecologistas y vecinos. El Ayuntamiento de Manzaneda recibirá de la Fundación Germán Estévez unos 200 castaños híbridos, con una altura de 30 a 40 centímetros, para comenzar con la reforestación. También se unirán distintos voluntarios a los vecinos durante los fines de semana para ayudarles en las tareas de limpieza.
Mientras tanto, los ayuntamientos de la zona, Trives y Manzaneda, vuelven a pedir a la Xunta la puesta en marcha de un plan urgente para aliviar las pérdidas ocasionadas por los incendios forestales y una limpieza urgente del monte calcinado.
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