Hay días en los que los ojos se nublan y brillan de una forma especial expresando a la vez dolor, admiración y tristeza. Ayer fue uno de ellos. La noticia de la muerte del profesor Bermúdez Couso hizo aflorar en uno sentimientos de gratitud. Por las clases de Matemáticas recibidas en la Escuela de Magisterio de A Ponte a finales de la década de los sesenta y por mil y un detalles en los siguientes 40 años. Fue un hombre solitario, serio, cumplidor, respetuoso, trivés hasta la médula, conversador y un largo etcétera. Fue justamente homenajeado en vida y a quienes fuimos sus alumnos (y vimos que sabía muchas más Matemáticas de las que éramos capaces de asimilar) no nos queda sino recordarle con el respeto que él irradiaba en sus clases cuando hablaba de ecuaciones y números primos. Más allá de su trayectoria, exitosa, en distintos campos de la vida social, quede aquí la constancia del sentimiento íntimo de quien hoy le llora, sin rubor, porque en su día le estimó, también sin rubor. Con sus virtudes y sus defectos, Ourense entierra hoy a un señor, a un gran señor.
Fuente: La Voz de Galicia
Fuente: La Voz de Galicia
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