Si resistirse a un bocado dulce es difícil, imposible resulta cuando se trata de 2.500. Son los bocados (algo más, que cada trozo da para varias dentelladas) que ayer dieron otras tantas personas en la festa da bica.
El dulce por excelencia de A Pobra de Trives llegaba a la que era la 38 edición de una exaltación gastronómica que muchos utilizan como excusa para pasar un día en lo alto de la estación de montaña. Allí es donde se reparte de manera gratuita, acompañada de un chupito de licor café (en este caso, el regalo se restringe únicamente a los mayores de edad; los niños han de conformarse con el dulce). Y, como cada año, no llegó a nada. Ya no quedaba ni rastro a las tres de la tarde, momento en el que la mayoría de la gente se sienta a comer un domingo. Pero muchos lo habían usado ya como aperitivo, «porque isto entra ben a calquera hora», comentaba uno de los asistentes. Y hablaba tanto de la bica como del licor café. No hacía distinción.
Eso sí, también los hubo que prefirieron dejarlo para el momento del postre (además, el chupito agradecía un cubito de hielo) y no fueron pocos los que se quedaron a comer allí. Muchos se llevaron la comida de casa y se montaron auténticos picnics diseminados por el aparcamiento, mientras que otros optaron por disfrutar de una ración de churrasco o de pulpo en los diferentes puestos habilitados.
Y después del postre, para que la tarde siguiese entretenida, continuaban abiertos los puestos en una feria que cada año cuenta con más vendedores y con más artículos a la venta, de lo más variado: dulces, ropa, juguetes, artesanía, música...
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