Publicidad

miércoles, 7 de diciembre de 2011

Chocolates Fénix

Más de cien años y cuatro generaciones después, continúan fabricando chocolates con el mismo espíritu artesanal y emprendedor de sus ancestros.

La historia comienza en Puebla de Trives, una pintoresca aldea de montaña en la Galicia española.

Es a escasos kilómetros de esta aldea hacia el año 1889 donde Don José Salgado ponía en marcha su molino de cacao impulsado por el Río Cabalar, que con su fuerza de montaña se convertiría en socio generoso de sus futuros emprendimientos industriales.

¿Quién fue Don José Salgado?

Mi bisabuelo se llamaba José, un nombre que mantenemos los integrantes varones de la familia. Es como una obligación. Sólo que le hemos incorporado un segundo nombre para ir identificándonos. Mi padre es José Enrique, yo soy José Rodrigo, mi hijo es José Ignacio.

El tenía allá en Galicia, este negocio que a su vez había heredado de su padre. Si bien sabemos más de mi bisabuelo, es probable que el fundador haya sido mi tatarabuelo.

Pero es José Salgado, mi bisabuelo, el que tiene el gran empuje, es él quien hace el chocolate, también era panadero en la Puebla y su ambición de progreso lo llevó a introducir una nueva panadería en la región, presentando el entonces desconocido pan francés. En una casa de piedra, al lado de un río.

Por entonces las fábricas tenían que situarse cerca de un río, para abastecerse de su energía.

Gracias a esta ubicación, él llega a montar una especie de generador que le dá energía eléctrica a la Puebla... instalada a unos dos, tres kilómetros de este pueblo.

Pensar en esto, en esos tiempos era bastante progresista. De hecho, en esos años me imagino una Europa con opciones de crecimiento bastante limitadas. Pasada la Primera Guerra Mundial, se avecinaban las Segundas, cosa que no se si alguien podría llegar a prever, pero debe haberse vivido en un ambiente turbio.

Luego, esa ilusión de la América, que para aquel que no tenía nada era una buena exploración y para aquel que tenía un oficio una buena oportunidad. Estaba todo por hacer.

Mi bisabuelo llegó a América aproximadamente en el año 1915. Su primer escala fue Brasil, pero no encontró su lugar. Pasó luego a Uruguay, con igual suerte y finalmente se instaló en Argentina.

Con un socio al principio, continúa la fabricación del chocolate, utilizando otra marca. Esa sociedad se disuelve, y es entonces cuando Don José Salgado abre su propia fábrica, con la marca Fénix. Con la certificación de "Proveedor de la Real Casa de España" y siendo de las primeras fábricas chocolateras en el país, la empresa no sólo produce su línea propia con marca "Fénix", sino que también lo hace para las primeras marcas europeas que todavía no contaban con instalaciones locales. Resultado de una profunda obsesión por la calidad fueron los premios obtenidos por la empresa en salones de Milán, Barcelona y Florencia a mediados del siglo pasado.

En el caso de mi bisabuelo, no bajó del barco sin nada. El vino con sus máquinas y su oficio. Llegó con su madre, era soltero en ese momento.

Al tiempo de llegar a este país, se casa con mi bisabuela, oriunda de la misma Puebla. Esta es una historia graciosa... Ellos se casan por correspondencia. El, con todo armado aquí, no podía volver y en esa época no se permitía que una mujer viajara soltera. Entonces se nombró un novio “suplente”, para que sacara a mi bisabuela de Galicia. Así eran las costumbres de esa época.

Finalmente llega tu bisabuela a Argentina, y se instala también en la zona.

Sí. Ella queda viuda muy joven, y vuelve a casarse con un primo de mi bisabuelo, que trabajaba en la fábrica. Las cosas eran así, no por intereses económicos, sino porque se consideraba la mejor decisión para el conjunto clánico de la familia.

En realidad es este señor, el abuelo que conoce mi padre. Siempre lo escucho hablar maravillas de él, un tipo muy trabajador. Lo sucede mi abuelo, luego mi padre quien es el actual Presidente de la empresa, y hoy yo lo acompaño en toda la tarea.

En el mismo lote se encontraban la fábrica y su vivienda.

Cuando el muere, su esposa sigue viviendo acá. Y mi abuelo, al casarse construye su casa en el lote contínuo.

No sólo un lugar de trabajo, también un lugar elegido para vivir.

Es así. Mi bisabuela fallece a los pocos años de casarse mi padre, y entonces él vuelve a vivir a esta casa. Mis padres se separan, viven en distintos lugares. Y cuando yo me caso, termino viviendo aquí también.

Con una casa que mantiene la estructura del tipo de construcción de la época.

Claro, el diseño de la casa, para lo que son las casas modernas, es un diseño raro. Son las típicas construcciones de largos pasillos, con habitaciones en serie. Yo nunca entendí el sentido de lo que nosotros siempre llamamos la galería, es decir, esa construcción que tiene en un lateral los cuartos y en el otro un vitral. Me dí cuenta de que se trataba cuando viajé a la Puebla, por el lugar de origen de la familia.

Allí encontré todas las casas con esa estructura. Las galerías, estos patios alargados, en realidad tienen una función. Ellos lo que hacen es: cierran los cuartos, dejan esa galería, que generalmente da al sol, llenarse de calor y por la noche abren los cuartos para que el calor ingrese a los cuartos. Es como una especie de estufa ecológica. Los inviernos allá son muy fríos, y esto ayuda a que se temple la casa.

La realidad es que acá eso no era necesario por el clima, pero las construcciones eran un reflejo de la arquitectura europea.

Aquí se convirtió en un espacio luminoso, como un jardín de invierno. Recuerdo que mi abuela, la tenía llena de plantas, ya que la luz y la temperatura que propiciaba esta construcción daba el clima ideal.

La arquitectura de muchas casas de la zona, debe ser similar. Por la calle Vélez Sarsfield, por ejemplo, se observan muchas de esas casas típicas del siglo pasado.

Historias de familia muy conservadora.

Sí, en líneas generales, digamos que la familia nunca tuvo aspiraciones de convertirse en una empresa monstruo, de gran tamaño, sino más bien mantener su vocación de fabricar un chocolate muy artesanal. Cuando se pretende una empresa de tales características, muchas veces hay que renunciar a otras aspiraciones. El centro de la fábrica siempre fue la calidad del producto.

En sus comienzos, era una fábrica más de chocolate, de chocolatines. No nos olvidemos que antes los chocolates se vendían en las confiterías, en los cines. No existían la red de kioscos y menos la redes de medios masivos que hacen que se venda el producto.

Con la aparición de los medios masivos, ingresa la televisión, y comienzan a surgir opciones que ponían en duda la viabilidad de lo que estábamos haciendo. Nosotros no teníamos la capacidad para hacer ese tipo de promociones y publicidades, pero tampoco tenía sentido dentro de la vocación de realizar un producto artesanal más allá del consumidor. Poco a poco, fuimos encontrando nuestro propio nicho, poniendo el foco en lo que es la fabricación de la materia prima para otros negocios, industrias. Llamo industria desde una fábrica de alfajores, un confitería, un restaurante, una fábrica de helados.

No somos una marca que se hizo a base de segundos de televisión, se hizo a través de los años, de haber mantenido un producto lo más intacto posible.

Fuente: Botanico Sur

No hay comentarios:

Publicar un comentario